mayo 04, 2009

LA FLORICULTURA

La actividad floricultora consiste en el cultivo, la artesanía y el expendio de flores naturales y flores secas. La floricultura representa una actividad de relevante significado económico, turístico y artístico que requiere ser valorada en su justa dimensión. Los floricultores sienten orgullo al ofrecer un producto de especial prestancia que cautiva a consumidores de todos los estratos sociales.

La experiencia de los floricultores de Galipán es considerada una actividad tradicional. En el devenir histórico, los campesinos fueron fortaleciendo el cultivo, la artesanía y el expendio de flores naturales. Para los galipaneros, las áreas de influencia más inmediatas para comercializar sus productos han sido la zona costera del estado vargas, así como también Caracas y sus inmediaciones. También en las áreas del Teleférico de El Ávila, los lugareños ofrecen flores a los turistas que visitan ese centro de atracción. Hoy en día, debido a la gran afluencia turística generada por el asfaltado rústico de la carretera y por la reapertura del Teleférico Caracas-El Ávila, los galipaneros han instalado kioscos de venta de flores en varios puntos de la carretera al subir hacia la montaña. Pero, sin duda, Caracas ha sido y es el mercado por excelencia de los galipaneros. Aquí ha cobrado fama el tradicional Mercado de las Flores, único en la ciudad, ubicado en San José, así como también los casi cuarenta kioscos que han sido autorizados en diferentes sectores de la capital: San Bernardino, La Candelaria, Los Robles, Pérez Bonalde, Av. Fuerzas Armadas, El Conde, Sabana Grande, Montalbán II, Los Molinos, El Valle, El Calvario, El Lago, Gato Negro, El Paraíso, Quinta Crespo, Los Rosales, San Jacinto, La Florida, La Concordia, Catia, Av. Lecuna, Las Palmas, Prado de María, Chacaito, San Agustín del Norte, Av. San Martín, La India.

Durante generaciones, la producción y comercialización de flores fue la principal fuente tradicional de ingreso y medio de vida para los habitantes de Galipán. Un promedio de trescientos cincuenta (350) familias, conformadas por mil quinientas (1500) personas aproximadamente, mantuvieron a sus descendientes y costearon sus gastos con base en el producto de la comercialización de flores naturales. En la actualidad, ante el predominio que ha tomado el turismo, la floricultura aún se mantiene, pero en menor escala si comparamos con tiempos anteriores.

Curiosamente, a pesar de ser Venezuela un país tropical cuyo clima permite el cultivo a lo largo de todo el año, la producción de flores no ha recibido suficiente incentivo y apoyo en el ámbito nacional. Por ello, actualmente la alta demanda de flores naturales está siendo subsanada mediante la importación de países como Colombia y Ecuador, entre otros. Este fenómeno resulta desventajoso para el productor venezolano debido a la alta calidad y resistencia de la flor importada. Los campesinos demandan la activación de estrategias de estímulo a las familias que se dedican a la floricultura.

Fuente:
Denis Santana, Lourdes (2002). La floricultura [Información en línea]. Disponible: http://denissantana.tripod.com/galipan/flori1.html [Consulta: Mayo 04, 2009]

abril 11, 2009

"Echar el agua"

Una de las principales preocupaciones alrededor de la cual gira la dinámica campesina de los galipaneros es la de proveerse de agua. “Echar el agua” es una expresión absolutamente autóctona que está cargada de especial significado para los pobladores. “Echar el agua” consiste en ir a los manantiales de las montañas más altas donde conectan un sistema de tuberías y mangueras que atraviesa los terrenos irregulares, los árboles, los ríos, las huertas, las casas, los caminos y las carreteras, a través del suelo o del aire –según convenga-, hasta llevarlo a los tanques de las viviendas familiares, aprovechando el principio de gravedad. El sistema para recoger el agua es construido por grupos de familias o vecinos que se ponen de acuerdo para costear los materiales y poner la mano de obra, incluyendo padres e hijos, viejos y jóvenes. También se utiliza la estrategia de pagar a una o dos personas para “echar el agua”. La faena requiere de un gran esfuerzo ya que deben atravesar la montaña por picas y parajes riesgosos, durante largas caminatas de varias horas, incluso de un día completo. Para realizar la actividad llevan comida, linterna y los materiales requeridos.
Son diversas las limitaciones que enfrentan las personas que van a “echar el agua”. Ocasionalmente ocurren accidentes (resbalones, caídas, picaduras, fatiga) con lesiones de diversa magnitud. Con relativa frecuencia, especialmente en época de lluvia, la red de mangueras y tuberías son obstruidas por sedimentos, hojas y restos vegetales que impiden la circulación del agua. Por este motivo, los vecinos se distribuyen la tarea de ir a “echar el agua” con la premura y la periodicidad que sea requerida a fin de disponer del líquido de modo constante. Por otra parte, surgen otros problemas con las mangueras que pueden ser cortadas o rotas por algún animal (caballos y otros), lo cual requiere varias horas de búsqueda hasta encontrar el sitio de la rotura para poder repararla.
Una estrategia que emplean algunos pobladores es turnarse el horario para llenar los tanques; por ejemplo, un vecino toma el agua de día y luego cierra su llave de paso para que el otro vecino tome el agua de noche, y así todos llenan sus respectivos tanques. Si embargo, a veces hay que enfrentar a algún vecino inconsciente que no toma las previsiones para mantener el sistema de flotantes debidamente acondicionado, ocasionando el derrame descontrolado del agua, dejando a otros vecinos sin el líquido.

abril 09, 2009

Ordeñar las vacas

Entre las actividades de los pobladores de Galipán, el ordeño de vacas fue una faena muy común en las generaciones pasadas, realizada quizás mayormente por mujeres. Esta tarea no es tan sencilla como parece y supone varios pasos. Primero, el ordeñador pone al becerro a mamar de la ubre de la vaca por un breve instante, con el fin de estimular la bajada de la leche, a la vez que limpiar las tetillas de la vaca. Seguidamente, y después de amarrar al becerro, el ordeñador coloca un recipiente pequeño bajo la ubre de la vaca y, colocando los dedos de un modo muy particular, va exprimiendo cada tetilla. A medida que obtiene una cantidad suficiente de leche, procede a vaciarla en otro recipiente más grande, y así sucesivamente, hasta completar las cuatro tetillas. En esta labor es usual el revoloteo de moscas que son espantadas por la vaca meneando su cola. Una vez vaciada toda la ubre, el becerro es soltado para que se amamante completamente. Luego en casa, la leche es hervida para eliminar cualquier contaminación. En Galipán, era usual ver a la madre salir a ordeñar las vacas, muy temprano al amanecer y al caer la tarde. En ocasiones, la actividad es compartida por los hijos quienes se dedican a observar y aprender. En la actualidad, son pocas las vacas que se aprecian en la comunidad, pero sin duda es una costumbre que perdura con los años.

Cazar en la montaña

La caza de animales es una práctica ancestral que en ocasiones es considerada un deporte, pero en realidad es una acción que en ocasiones se realiza de modo indiscriminado. En Galipán, sus habitantes seguramente practicaron la caza desde la fundación del poblado. Los nativos de esta tierra conocemos las emocionadas aventuras que contaban nuestros padres tras regresar de la caza en la montaña, después de salir a “cazar venados”. Durante décadas pasadas fue una actividad grupal planificada con varios días de antelación, en la que participaban jóvenes junto a sus padres. Preparaban un morral o mochila con velas, fósforos, linternas, machetes, comida, cobijas, cacerolas, navajas, escopeta con municiones, colchonetas y cantimploras llenas de agua que luego recargaban en ríos y manantiales. Tras varios días, con sus correspondientes noches, internados en la montaña, llegaban con algunas guacharacas y lapas. Pero lo más asombroso eran las historias que narraban de cómo mataron un báquiro, algunas culebras, un jabalí. Siendo niños sentíamos una especie de admiración mezclado con miedo y también desazón por los pobres animales que eran destrozados sin compasión sólo por placer. La caza de animales se ha practicado también con fines de sobrevivencia. Es el caso cuando los campesinos colocan trampas a los rabipelados para evitar que se coman gallinas, pollos, conejos y otros animales domésticos que proveen de alimento a la familia; cuando rocían creolina en los alrededores para espantar culebras, escorpiones y otras alimañas. Por lo general, en cada casa existe algún gato con el objeto de que ayude en la caza de ratones, lagartijas o lisas, culebras. Con frecuencia, los niños galipaneros construían y utilizaban “chinas” para matar a los pájaros. Afortunadamente esta práctica aberrante está en extinción.

abril 06, 2009

Sembrar y criar animales domésticos

Los primeros pobladores procedentes de las Islas Canarias que se establecieron en la parte baja del cerro El Ávila, en San José de Galipán, por la zona del litoral La Guaira-Macuto, se dedicaron a cultivar cacao, principalmente, el cual comerciaban a través del Puerto de La Guaira. Después, por los años 1778-1780, esas familias canarias se trasladaron hacia la parte alta de la montaña. Allí, durante varias generaciones practicaron la agricultura y la floricultura, utilizando la técnica del conuco familiar para cosechar hortalizas, verduras, flores, café.

En el marco de su vida rupestre, se dedicaron también a la cría de animales domésticos para su supervivencia (gallinas, pollos, cerdos, conejos). Dentro de los límites del conuco siempre instalaban un corral o rancho de palos y zinc para mantener vacas, mulas, burros, caballos; a la vez que tenían perros y gatos que contribuían a espantar a las alimañas. Algunas de estas costumbres campesinas aún se mantienen en la actualidad. El desarrollo de tales actividades agrícolas, florícolas y cría de animales domésticos permitió el sostén de las familias, así como el avance progresivo, aunque lento, del modo de vida de los moradores de Galipán.